La verdad de Dios permanece en nosotros…
2 Juan 1:1–2
El Don de Reverencia nos mantiene fieles a nosotros mismos y a Dios. Dice la verdad en amor y no retrocede por razones de defensa propia o seguridad. La reverencia no sólo es el miedo de ofender a Dios, inspirado por el amor, sino también la lealtad a nuestra propia integridad personal: a hacer aquello que creemos que es correcto, sin importar lo que esté en juego… A medida que el Don de Reverencia se fortalece, nuestra confianza en Dios se expande. La humildad es un profundo sentimiento de nuestra debilidad e insignificancia, pero a la vez una aún mayor confianza en la infinita misericordia y compasión de Dios. El Don de Reverencia une estos aparentes opuestos.
1 Timoteo 1:15–16
Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia,
poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna
Don de reverencia. ¡Qué descubrimiento de algo que mantiene la fidelidad a sí mismo sin apoyarse en el ego, el falso yo!
Mateo 6:6
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto…
Abba Isaac, uno de los Padres del Desierto y miembro de
un movimiento contemplativo laico del siglo IV… explica… “Oramos con la puerta cerrada cuando, sin abrir la boca y en perfecto silencio, ofrecemos nuestras peticiones a Aquel que no presta ninguna atención a las palabras, sino que escudriña nuestros corazones.” En otras palabras, Dios mira nuestras intenciones mucho más que nuestra atención. En la Oración Centrante nuestra principal actitud es “Cólmame de Tu Espíritu Santo, el Supremo Don, según tu promesa. No sé cómo pedirlo correctamente, así que me siento aquí, esperando, pidiendo que ores en mí, pidiéndote lo que más deseas conceder, Tu Espíritu Santo.
¿Por qué la contemplación?
La contemplación trata de ver, pero una forma de ver que va mucho más allá de simplemente mirar, porque también incluye reconocer y, por lo tanto, apreciar. La mente contemplativa no nos dice qué ver, sino que nos enseña cómo ver lo que contemplamos.
…Nos permite ver la verdad de las cosas en su totalidad. Es una disciplina mental y un don que nos desvincula, incluso a nivel neurológico, de nuestra adicción a nuestra manera habitual de pensar y de nuestra mente, que cree que está en control. Dejamos de creer en nuestra pequeña mente binaria (que reduce las cosas a dos opciones y generalmente se identifica con una de ellas) y comenzamos a reconocer la insuficiencia de esa forma limitada de conocer la realidad. Solo los contemplativos, o los profundamente intuitivos, pueden comenzar a aventurarse en horizontes mucho más amplios y abiertos.
… Una práctica de oración—la contemplación—es simplemente una manera de mantener los frutos del gran amor y el gran sufrimiento a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones. Y eso requiere mucha práctica; de hecho, toda nuestra vida se convierte en una práctica continua.
… Para permitir que el momento nos enseñe, debemos dejarnos sorprender, al menos un poco por él, hasta que nos atraiga hacia el interior y hacia arriba, hacia una experiencia sutil de asombro.
P. Richard Rohr, “Importancia de la práctica de la Contemplación”. Texto compartido en Unidos en Oración Centrante
…Guardaré con mayor cuidado el silencio de mi corazón, para que en el silencio de mi corazón escuche Sus palabras de consuelo, y desde la plenitud de mi corazón consuele a Jesús en el angustioso disfraz de los pobres. Porque en el silencio y pureza del corazón Dios habla.Para lograr el verdadero silencio interior, practica:
Silencio de los ojos, buscando siempre la belleza y bondad de Dios en todas partes, y cerrándolos a las faltas de los demás y a todo lo que es pecaminoso y perturbador para el alma.
Silencio de los oídos, escuchando siempre la voz de Dios y el clamor de los pobres y necesitados, y cerrándolos a todas las otras voces que provienen de la naturaleza humana caída —como chismes, habladurías y palabras poco caritativas.
Silencio de la lengua, alabando a Dios y hablando la Palabra vivificante de Dios, que es verdad, que ilumina e inspira, trae paz, esperanza y alegría; y absteniéndonos de toda defensa propia y de palabra que cause oscuridad, agitación, dolor y muerte.
Silencio de la mente, abriéndola a la verdad y conocimiento de Dios en la oración y contemplación, como María, que meditaba las maravillas del Señor en su corazón, y cerrándola a toda falsedad, distracciones, pensamientos destructivos, juicios apresurados, falsas sospechas, pensamientos vengativos y deseos.
Silencio del corazón, amando a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza; amando a los demás como Dios ama; evitando todo egoísmo, odio, envidia, celos y codicia.”
El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
Madre Teresa, Desde el Corazón del Mundo, Pensamientos, anécdotas y oraciones (1997) 21-23. Texto compartido en el encuentro de Unidos en Oración Centrante del 26 de Julio de 2025.