GRUPO PAULUS DOCUMENTO FINAL

DOCUMENTO FINAL

comunión, participación y misión

DOCUMENTO FINAL – RESUMEN

Parte I – El corazón de la sinodalidad Llamados por el Espíritu Santo a la conversión

  1. El Espíritu Santo nos une como una gran familia en Jesús, y la Eucaristía es lo que nos mantiene vivos y unidos.
  2. Somos diferentes en culturas y lugares, pero caminamos juntos, compartiendo la fe y hablando con todos con respeto.
  3. En la Iglesia, todos estamos conectados: los creyentes, las comunidades, los obispos y el Papa, que nos ayuda a mantenernos unidos.
  4. Jesús quiere que pongamos en primer lugar a los pobres, porque en ellos encontramos su rostro y también sus dones para nosotros.
  5. Nuestra misión es construir un mundo más humano, justo y fraterno, hasta que vivamos para siempre en el Reino de Dios

«Las raíces sacramentales del Pueblo de Dios»

  1. Unidad en el Bautismo
    1. El Bautismo es la raíz común de todas las vocaciones, carismas y ministerios.
    1. Nos hace hijos de Dios, partícipes de la vida de Cristo, y nos une como un solo cuerpo.
    1. Otorga igual dignidad a todos los cristianos.
  2. Sensus fidei
    1. Por el Bautismo, todos participan del carácter profético de Cristo y poseen un «instinto» para reconocer la verdad del Evangelio.
    1. Este sensus fidei se ejerce en comunión con los pastores, buscando el consensus fidelium como criterio seguro de la fe.
  3. Bautismo y ecumenismo
    1. La sinodalidad y el ecumenismo están unidos; requieren conversión, sanación de heridas y cooperación.
    1. Existe un “ecumenismo de la sangre” cuando cristianos de distintas confesiones mueren juntos por su fe en Cristo.
  4. Iniciación cristiana
    1. El Bautismo se comprende plenamente dentro de la Iniciación cristiana, junto con la Confirmación y la Eucaristía.
    1. Este proceso integra a las personas en la vida de fe y en la comunión eclesial, en diálogo con sus culturas e historias.
  5. Confirmación
    1. Es una efusión especial del Espíritu Santo para el testimonio y la misión.
    1. Renueva el espíritu de Pentecostés e impulsa a todos a servir con los carismas recibidos.
  6. Eucaristía
    1. Es el centro de la unidad de la Iglesia y expresión de la corresponsabilidad en la misión.
    1. Une diversidad de tradiciones y ministerios, mostrando que la unidad no significa uniformidad.
    1. En ausencia de Misa, la comunidad puede reunirse en torno a la Palabra.
  7. Liturgia y sinodalidad
    1. Existe un vínculo profundo entre la asamblea eucarística (synaxis) y la asamblea sinodal (synodos).
    1. Ambas implican escucha de la Palabra y discernimiento comunitario.
    1. Se propone crear un grupo de estudio para que la liturgia exprese mejor la sinodalidad y para desarrollar catequesis mistagógica sobre este tema.

A LOS JOVENES

  1. El Bautismo es el gran regalo que nos hace parte de la familia de Dios y nos une como hermanos en una misma misión.
  2. Nos da un “instinto” para reconocer la verdad de Jesús y vivirla juntos, siempre guiados por el Espíritu Santo.
  3. 3.Seguir a Cristo significa caminar unidos, dejando atrás heridas y divisiones, y siendo testigos valientes, incluso en los momentos más difíciles.
  4. Con la Confirmación y la Eucaristía, Dios nos fortalece para llevar su amor al mundo con nuestros talentos y creatividad.
  5.  En cada Misa y encuentro de la Iglesia aprendemos a escucharnos, discernir y actuar juntos para construir una comunidad viva y unida.

Significado y dimensiones de la sinodalidad

  • La sinodalidad significa caminar juntos como Iglesia, en diálogo, escucha y discernimiento, para cumplir la misión de anunciar el Evangelio.
  • Es un estilo de vida y acción de todo el Pueblo de Dios, vivido en la comunión, la corresponsabilidad y la participación de todos.
  • Se expresa también en estructuras y eventos concretos que permiten discernir, decidir y orientar el camino de la Iglesia en distintos niveles.
  • María es modelo de Iglesia sinodal por su escucha, oración, discernimiento y servicio.
  • La sinodalidad no es un fin en sí misma, sino un medio para impulsar la misión, fortalecer la comunión y promover una Iglesia más cercana, participativa y misionera.

Unidad como armonía

  1. La unidad en la Iglesia sinodal se entiende como una armonía que respeta y valora las diferencias de vocación, cultura, edad y condición social, fundadas en el amor y la Trinidad.
  2. La familia, como “Iglesia doméstica”, es el lugar privilegiado para aprender la escucha, el perdón, la corresponsabilidad y la autoridad ejercida con caridad.
  3. El Espíritu Santo suscita diversidad de carismas y ministerios, llamados a colaborar en comunión, aunque aún persiste la falta de participación plena de muchos.
  4. La catolicidad de la Iglesia integra legítimas diversidades culturales, litúrgicas y pastorales, fomentando el diálogo ecuménico y la cooperación con otras religiones para la paz y la fraternidad.
  5. La Iglesia sinodal es como una orquesta, donde cada voz y carisma, manteniendo su identidad, contribuye a la belleza y misión común bajo la guía del Espíritu Santo.

Espiritualidad sinodal

  • La sinodalidad es una disposición espiritual guiada por el Espíritu Santo que requiere escucha, contemplación, conversión y humildad para vivir en unidad y armonía.
  • Sin profundidad espiritual personal y comunitaria, la sinodalidad se reduce a un simple esquema organizativo, perdiendo su fuerza renovadora.
  • La “conversación en el Espíritu” es una práctica que une pensamiento y sentimiento, generando discernimiento comunitario y fomentando la conversión.
  • Este método se vive como una experiencia transformadora que ayuda a escuchar la voz de Dios y a tomar decisiones en un clima evangélico.
  • El camino sinodal llama a la sanación, la reconciliación y la reconstrucción de la confianza, especialmente tras los escándalos de abusos, como parte esencial de la misión de la Iglesia.

La sinodalidad como profecía social

  1. Practicada con humildad, la sinodalidad convierte a la Iglesia en una voz profética capaz de cuestionar las injusticias y desigualdades del mundo actual.
  2. Frente a la crisis de la democracia, el aumento del autoritarismo y el dominio del mercado, propone el diálogo y el bien común como alternativas.
  3. El estilo sinodal es un testimonio de acogida y reconocimiento mutuo, que combate el aislamiento y el individualismo cultural.
  4. También desafía formas de comunitarismo que ahogan la libertad personal, promoviendo el cuidado recíproco y la corresponsabilidad.
  5. Sinodalidad y ecología integral se complementan al poner en el centro el cuidado de las relaciones, especialmente con los pobres, los excluidos y la creación.

Parte II – En la barca, juntos La conversión de las relaciones

Nuevas relaciones

  • El Sínodo ha revelado un fuerte deseo de relaciones más auténticas en la Iglesia, que reflejen el amor de Cristo y acojan especialmente a quienes se sienten excluidos.
  • Ser una Iglesia sinodal implica una conversión relacional, entendiendo el cuidado de los vínculos como parte esencial del Evangelio y no como mera estrategia organizativa.
  • Jesús es el modelo de esta conversión: escucha a todos sin excluir a nadie, dialoga y actúa para sanar y renovar las relaciones.
  • Escuchar de corazón nos hace partícipes del modo en que Dios sale al encuentro de cada persona y nos capacita para superar el individualismo.
  • Esta conversión incluye necesariamente las relaciones entre hombres y mujeres, llamadas a vivirse en igualdad, dignidad y reciprocidad, aunque muchas mujeres aún sufren discriminación en la Iglesia.

En una pluralidad de contextos

  • La renovación de las relaciones en la Iglesia debe enfrentar estructuras de pecado que generan miedo, bloqueos y lógicas contrarias al Evangelio.
  • Los males del mundo como guerras, desigualdades, discriminación y daño a la creación reflejan estas fracturas relacionales que afectan también a la Iglesia.
  • La crisis de abusos ha causado un profundo sufrimiento y reclama una escucha atenta, reparación, justicia y reconstrucción de confianza.
  • La Iglesia está llamada a cuidar las relaciones heridas, promoviendo la sanación y el perdón, para ser signo visible de unidad y comunión.
  • La apertura ecuménica y al mundo revela semillas del Evangelio en diversas culturas y fortalece la esperanza en la reconciliación y la unidad cristiana.

Carismas, vocaciones y ministerios para la misión

  • Todos los cristianos reciben dones del Espíritu para servir a la misión y unidad de la Iglesia.
  • Hombres y mujeres tienen igual dignidad, pero es necesario avanzar en el reconocimiento pleno del papel de las mujeres.
  • Niños, jóvenes y personas con discapacidad aportan vitalidad y deben ser escuchados y acompañados por la comunidad.
  • Las familias, la vida consagrada y los laicos tienen roles esenciales en la misión y en la renovación sinodal de la Iglesia.
  • La teología y el diálogo sinodal son clave para comprender la fe y fomentar la formación en la Iglesia.

El ministerio ordenado al servicio de la armonía

  • El episcopado, presbiterado y diaconado son ministerios ordenados al servicio del Evangelio y de la comunidad, en los que el obispo actúa como principio visible de unidad y vínculo de comunión.
  • El obispo debe trabajar en comunión con presbíteros y diáconos, discerniendo y armonizando los dones del Espíritu para la misión local, y se sugiere que su elección y ordenación involucren más participación del Pueblo de Dios.
  • Los presbíteros colaboran con el obispo en el servicio pastoral y necesitan acompañamiento, mientras que los diáconos, con un ministerio particular de servicio y caridad, aún son poco conocidos y deberían ser promovidos más ampliamente.
  • El ministerio ordenado debe ser ejercido con corresponsabilidad y colaboración, delegando tareas para evitar el aislamiento y la sobrecarga, fomentando un estilo de liderazgo sinodal y comunitario.
  • Se reconoce que el clericalismo, entendido como abuso y mal uso del poder, es una fuente de daño grave en la Iglesia y debe combatirse con una renovación en el ejercicio humilde y auténtico del ministerio.

Juntos por la misión

  • La Iglesia ha desarrollado ministerios instituidos, como el lectorado, acolitado y catequesis, que configuran a la persona para el servicio estable en la misión eclesial.
  • Existen también ministerios no instituidos ritualmente, pero estables y reconocidos, como la coordinación de comunidades o la organización de acciones caritativas, que varían según el contexto local.
  • Los fieles laicos deben recibir más oportunidades para participar en la vida y misión de la Iglesia, incluyendo mayor acceso a responsabilidades y procesos decisionales.
  • Se destaca la importancia de la escucha y el acompañamiento, con propuestas para crear un ministerio específico de escucha que apoye especialmente a quienes están al margen o regresan a la comunidad.
  • El discernimiento sobre nuevos ministerios y formas de servicio continúa, especialmente en contextos donde estas necesidades son más urgentes.

Parte III – “Echar la red” La conversión de los procesos

Discernimiento eclesial para la misión

  • El discernimiento eclesial es un proceso espiritual, comunitario y guiado por el Espíritu Santo que permite al Pueblo de Dios escuchar y reconocer la voluntad de Dios para la misión de la Iglesia.
  • No es una simple suma de opiniones, sino un ejercicio de humildad, oración, libertad interior y escucha profunda de todos, especialmente de quienes están en los márgenes.
  • La Palabra de Dios y la Tradición viva son el fundamento y la guía principal para todo discernimiento, junto con la reflexión en la conciencia personal y comunitaria.
  • El discernimiento requiere etapas claras: presentación del tema, oración, escucha respetuosa, búsqueda de consenso y validación comunitaria, para llegar a decisiones que comprometan a todos.
  • Para ser efectivo, el discernimiento debe apoyarse en conocimientos teológicos, bíblicos y sociales, fomentando la formación en esta práctica dentro de las comunidades eclesiales.

La articulación de los procesos de toma de decisiones

  • La Iglesia sinodal convoca a toda la comunidad a participar en la oración, escucha, diálogo y discernimiento para tomar decisiones en misión, promoviendo la corresponsabilidad y la participación amplia del Pueblo de Dios.
  • La misión y comunión eclesial requieren que las decisiones sean fruto de un proceso de consulta, discernimiento y cooperación, con apertura al Espíritu y búsqueda de consenso, evitando imposiciones arbitrarias.
  • La autoridad pastoral debe escuchar y respetar los frutos de la consulta, aunque tenga la última palabra, promoviendo un equilibrio entre consulta y deliberación que refleje la comunión y diversidad legítima.
  • Es necesario revisar las normas canónicas para aclarar mejor el papel consultivo y deliberativo en la toma de decisiones, reforzando responsabilidades y procesos participativos.
  • La puesta en práctica auténtica de procesos sinodales es esencial para que la Iglesia creíblemente avance en participación y corresponsabilidad, evitando alejar a sus miembros que esperan cambios concretos.

Transparencia, rendición de cuentas y evaluación

  • El proceso decisional en la Iglesia debe ir acompañado de rendición de cuentas y evaluación, basadas en la transparencia y la verdad evangélica.
  • La transparencia no implica revelar todo sin respeto, sino actuar con honestidad y evitar encubrimientos, especialmente en la protección de menores y personas vulnerables.
  • La rendición de cuentas fortalece la confianza y credibilidad de la Iglesia y es fundamental para combatir el clericalismo y evitar el aislamiento de los pastores.
  • Los líderes eclesiales tienen mayor responsabilidad en rendir cuentas al Pueblo de Dios, recuperando prácticas tradicionales y adaptándolas a las necesidades actuales.
  • Las Iglesias locales deben crear mecanismos claros y participativos para evaluar y comunicar su gestión económica, pastoral y ministerial, transformando estas prácticas en herramientas educativas y culturales.

Sinodalidad y organismos de participación

  • Los bautizados participan en las decisiones de la Iglesia a través de órganos establecidos, como sínodos y consejos pastorales, que deben funcionar de manera efectiva y no solo formal.
  • Estos órganos deben fomentar la metodología sinodal, con diálogo abierto entre la comunidad y la autoridad eclesiástica.
  • Es esencial promover la inclusión de mujeres, jóvenes, personas en situación de pobreza y laicos comprometidos en estos organismos.
  • Se recomienda ampliar la consulta a otras Iglesias cristianas y religiones presentes en el territorio para enriquecer el discernimiento.
  • El sínodo diocesano y la asamblea parroquial deben ser espacios regulares de escucha, evaluación y rendición de cuentas para fortalecer la misión y la participación en la Iglesia local.

Parte IV – Una pesca abundante La conversión de los vínculos

Arraigado y peregrino

  • La Iglesia está profundamente enraizada en lugares concretos, pero el concepto de lugar hoy es más dinámico, abarcando redes culturales y relaciones más que solo espacio físico.
  • Los desafíos actuales, como la urbanización, la migración y la cultura digital, requieren que la Iglesia desarrolle nuevas formas creativas y misioneras para construir comunidades acogedoras y abiertas.
  • La Iglesia local, especialmente la diócesis y la parroquia, es el ámbito fundamental para vivir la comunión y la misión, adaptándose a las realidades sociales y culturales cambiantes.
  • Los institutos de vida consagrada, movimientos y nuevas comunidades contribuyen a llevar el Evangelio a diversos contextos, conectando diferentes lugares y ámbitos.
  • Es importante valorar también las estructuras intermedias entre la Iglesia local y la Iglesia universal, para responder mejor a la movilidad y complejidad sociocultural actual.

Intercambio de dones

  1. Caminar juntos como discípulos implica un intercambio de dones y carismas entre las Iglesias locales, fortaleciendo la comunión y la misión de la Iglesia universal.
  2. Este intercambio debe promover la solidaridad auténtica, evitando el asistencialismo y favoreciendo relaciones basadas en respeto, reciprocidad y transparencia.
  3. El intercambio de dones también es clave para avanzar en la unidad plena entre las Iglesias y Comuniones cristianas, enriqueciendo la fe con las riquezas espirituales y culturales de todas.
  4. El diálogo ecuménico y el intercambio de dones entre tradiciones cristianas fomentan la credibilidad y el impacto del testimonio cristiano en el mundo.
  5. La Iglesia sinodal está llamada a caminar junto a creyentes de otras religiones y convicciones, promoviendo la justicia, la fraternidad, la paz y el diálogo interreligioso como expresión concreta de fraternidad humana.

Vínculos para la unidad: Conferencias Episcopales y Asambleas eclesiales

  • El horizonte de comunión en el intercambio de dones entre las Iglesias permite valorar la diversidad y moverse a ritmos diferentes dentro de una misma misión sinodal.
  • Las Conferencias Episcopales son fundamentales para fomentar la comunión, adaptando la fe a diversas culturas y desarrollando la sinodalidad con la participación de todo el Pueblo de Dios.
  • Se propone evaluar y reformar el funcionamiento de las Conferencias Episcopales para mejorar su eficacia y clarificar su estatuto teológico y jurídico.
  • Las Asambleas eclesiales continentales son una experiencia valiosa que articula la participación del Pueblo de Dios y el ministerio episcopal en la toma de decisiones.
  • Para lograr una descentralización saludable y una inculturación efectiva de la fe, es necesario revitalizar los Concilios particulares y reformar su reconocimiento por la Santa Sede, facilitando su publicación y aplicación.

El servicio del Obispo de Roma

  • El Obispo de Roma, o Papa, es el garante de la unidad y sinodalidad en la Iglesia, convocando y confirmando los procesos sinodales junto al Colegio de obispos.
  • Las Iglesias católicas orientales, con sus tradiciones propias, mantienen su autonomía y trabajan en comunión con la Iglesia latina, promoviendo colaboración y respeto mutuo.
  • Se impulsa una “saludable descentralización” para que los obispos locales tengan más responsabilidad en sus comunidades, respetando siempre la unidad de la Iglesia.
  • La Curia Romana debe estar al servicio de los obispos y las Iglesias locales, escuchándolas y colaborando para una misión más efectiva y sinodal.
  • La sinodalidad impulsa también el diálogo ecuménico, invitando a las distintas Iglesias cristianas a caminar juntas hacia una unidad visible, especialmente en momentos importantes como el Jubileo y el aniversario del Concilio de Nicea en 2025.

Parte V – “También yo los envío” Formar un pueblo de discípulos misioneros

  • Jesús nos dona su paz y nos llama a ser discípulos misioneros que anuncian el amor y la misericordia de Dios a todos, sin exclusiones.
  • La sinodalidad nos invita a crecer juntos en la fe, participando activamente en la Iglesia y poniendo en acción los dones que recibimos en el bautismo.
  • La formación para ser discípulos misioneros debe ser continua, integradora y compartida, involucrando a todos, desde la familia hasta la comunidad, con un estilo cercano y dinámico.
  • La celebración de la Eucaristía es clave para fortalecer nuestra comunión y compromiso como Iglesia, y la catequesis debe ser una experiencia viva que acompañe y fortalezca nuestro camino.
  • Como jóvenes, estamos llamados a vivir una fe que se compromete con la justicia social, el cuidado de la creación y el diálogo respetuoso con todas las personas, construyendo un mundo más fraterno y solidario.

Conclusión Un banquete para todos los pueblos

  • Después de la Resurrección, Jesús comparte un banquete con sus discípulos, mostrando su misericordia y renovando la comunión con ellos.
  • Este banquete simboliza la mesa abundante de Dios que invita a todos, especialmente a los pobres, excluidos y aquellos que buscan esperanza.
  • La Iglesia, alimentada por la Eucaristía, tiene la misión de llevar este mensaje de amor y fraternidad a todo el mundo, colaborando también en la política y la economía.
  • La sinodalidad significa caminar juntos, compartiendo dones y vocaciones, para construir relaciones auténticas y testimoniar la armonía y el amor de Dios.
  • Con la Virgen María como guía, la Iglesia se compromete a ser un Pueblo de discípulos misioneros que avanzan unidos y abiertos al Espíritu.