DOCUMENTO FINAL
comunión, participación y misión
DOCUMENTO FINAL – RESUMEN
Parte I – El corazón de la sinodalidad Llamados por el Espíritu Santo a la conversión
- El Espíritu Santo nos une como una gran familia en Jesús, y la Eucaristía es lo que nos mantiene vivos y unidos.
- Somos diferentes en culturas y lugares, pero caminamos juntos, compartiendo la fe y hablando con todos con respeto.
- En la Iglesia, todos estamos conectados: los creyentes, las comunidades, los obispos y el Papa, que nos ayuda a mantenernos unidos.
- Jesús quiere que pongamos en primer lugar a los pobres, porque en ellos encontramos su rostro y también sus dones para nosotros.
- Nuestra misión es construir un mundo más humano, justo y fraterno, hasta que vivamos para siempre en el Reino de Dios
«Las raíces sacramentales del Pueblo de Dios»
- Unidad en el Bautismo
- El Bautismo es la raíz común de todas las vocaciones, carismas y ministerios.
- Nos hace hijos de Dios, partícipes de la vida de Cristo, y nos une como un solo cuerpo.
- Otorga igual dignidad a todos los cristianos.
- Sensus fidei
- Por el Bautismo, todos participan del carácter profético de Cristo y poseen un «instinto» para reconocer la verdad del Evangelio.
- Este sensus fidei se ejerce en comunión con los pastores, buscando el consensus fidelium como criterio seguro de la fe.
- Bautismo y ecumenismo
- La sinodalidad y el ecumenismo están unidos; requieren conversión, sanación de heridas y cooperación.
- Existe un “ecumenismo de la sangre” cuando cristianos de distintas confesiones mueren juntos por su fe en Cristo.
- Iniciación cristiana
- El Bautismo se comprende plenamente dentro de la Iniciación cristiana, junto con la Confirmación y la Eucaristía.
- Este proceso integra a las personas en la vida de fe y en la comunión eclesial, en diálogo con sus culturas e historias.
- Confirmación
- Es una efusión especial del Espíritu Santo para el testimonio y la misión.
- Renueva el espíritu de Pentecostés e impulsa a todos a servir con los carismas recibidos.
- Eucaristía
- Es el centro de la unidad de la Iglesia y expresión de la corresponsabilidad en la misión.
- Une diversidad de tradiciones y ministerios, mostrando que la unidad no significa uniformidad.
- En ausencia de Misa, la comunidad puede reunirse en torno a la Palabra.
- Liturgia y sinodalidad
- Existe un vínculo profundo entre la asamblea eucarística (synaxis) y la asamblea sinodal (synodos).
- Ambas implican escucha de la Palabra y discernimiento comunitario.
- Se propone crear un grupo de estudio para que la liturgia exprese mejor la sinodalidad y para desarrollar catequesis mistagógica sobre este tema.
A LOS JOVENES
- El Bautismo es el gran regalo que nos hace parte de la familia de Dios y nos une como hermanos en una misma misión.
- Nos da un “instinto” para reconocer la verdad de Jesús y vivirla juntos, siempre guiados por el Espíritu Santo.
- 3.Seguir a Cristo significa caminar unidos, dejando atrás heridas y divisiones, y siendo testigos valientes, incluso en los momentos más difíciles.
- Con la Confirmación y la Eucaristía, Dios nos fortalece para llevar su amor al mundo con nuestros talentos y creatividad.
- En cada Misa y encuentro de la Iglesia aprendemos a escucharnos, discernir y actuar juntos para construir una comunidad viva y unida.
Significado y dimensiones de la sinodalidad
- La sinodalidad significa caminar juntos como Iglesia, en diálogo, escucha y discernimiento, para cumplir la misión de anunciar el Evangelio.
- Es un estilo de vida y acción de todo el Pueblo de Dios, vivido en la comunión, la corresponsabilidad y la participación de todos.
- Se expresa también en estructuras y eventos concretos que permiten discernir, decidir y orientar el camino de la Iglesia en distintos niveles.
- María es modelo de Iglesia sinodal por su escucha, oración, discernimiento y servicio.
- La sinodalidad no es un fin en sí misma, sino un medio para impulsar la misión, fortalecer la comunión y promover una Iglesia más cercana, participativa y misionera.
Unidad como armonía
- La unidad en la Iglesia sinodal se entiende como una armonía que respeta y valora las diferencias de vocación, cultura, edad y condición social, fundadas en el amor y la Trinidad.
- La familia, como “Iglesia doméstica”, es el lugar privilegiado para aprender la escucha, el perdón, la corresponsabilidad y la autoridad ejercida con caridad.
- El Espíritu Santo suscita diversidad de carismas y ministerios, llamados a colaborar en comunión, aunque aún persiste la falta de participación plena de muchos.
- La catolicidad de la Iglesia integra legítimas diversidades culturales, litúrgicas y pastorales, fomentando el diálogo ecuménico y la cooperación con otras religiones para la paz y la fraternidad.
- La Iglesia sinodal es como una orquesta, donde cada voz y carisma, manteniendo su identidad, contribuye a la belleza y misión común bajo la guía del Espíritu Santo.
Espiritualidad sinodal
- La sinodalidad es una disposición espiritual guiada por el Espíritu Santo que requiere escucha, contemplación, conversión y humildad para vivir en unidad y armonía.
- Sin profundidad espiritual personal y comunitaria, la sinodalidad se reduce a un simple esquema organizativo, perdiendo su fuerza renovadora.
- La “conversación en el Espíritu” es una práctica que une pensamiento y sentimiento, generando discernimiento comunitario y fomentando la conversión.
- Este método se vive como una experiencia transformadora que ayuda a escuchar la voz de Dios y a tomar decisiones en un clima evangélico.
- El camino sinodal llama a la sanación, la reconciliación y la reconstrucción de la confianza, especialmente tras los escándalos de abusos, como parte esencial de la misión de la Iglesia.
La sinodalidad como profecía social
- Practicada con humildad, la sinodalidad convierte a la Iglesia en una voz profética capaz de cuestionar las injusticias y desigualdades del mundo actual.
- Frente a la crisis de la democracia, el aumento del autoritarismo y el dominio del mercado, propone el diálogo y el bien común como alternativas.
- El estilo sinodal es un testimonio de acogida y reconocimiento mutuo, que combate el aislamiento y el individualismo cultural.
- También desafía formas de comunitarismo que ahogan la libertad personal, promoviendo el cuidado recíproco y la corresponsabilidad.
- Sinodalidad y ecología integral se complementan al poner en el centro el cuidado de las relaciones, especialmente con los pobres, los excluidos y la creación.
Parte II – En la barca, juntos La conversión de las relaciones
Nuevas relaciones
- El Sínodo ha revelado un fuerte deseo de relaciones más auténticas en la Iglesia, que reflejen el amor de Cristo y acojan especialmente a quienes se sienten excluidos.
- Ser una Iglesia sinodal implica una conversión relacional, entendiendo el cuidado de los vínculos como parte esencial del Evangelio y no como mera estrategia organizativa.
- Jesús es el modelo de esta conversión: escucha a todos sin excluir a nadie, dialoga y actúa para sanar y renovar las relaciones.
- Escuchar de corazón nos hace partícipes del modo en que Dios sale al encuentro de cada persona y nos capacita para superar el individualismo.
- Esta conversión incluye necesariamente las relaciones entre hombres y mujeres, llamadas a vivirse en igualdad, dignidad y reciprocidad, aunque muchas mujeres aún sufren discriminación en la Iglesia.
En una pluralidad de contextos
- La renovación de las relaciones en la Iglesia debe enfrentar estructuras de pecado que generan miedo, bloqueos y lógicas contrarias al Evangelio.
- Los males del mundo como guerras, desigualdades, discriminación y daño a la creación reflejan estas fracturas relacionales que afectan también a la Iglesia.
- La crisis de abusos ha causado un profundo sufrimiento y reclama una escucha atenta, reparación, justicia y reconstrucción de confianza.
- La Iglesia está llamada a cuidar las relaciones heridas, promoviendo la sanación y el perdón, para ser signo visible de unidad y comunión.
- La apertura ecuménica y al mundo revela semillas del Evangelio en diversas culturas y fortalece la esperanza en la reconciliación y la unidad cristiana.
Carismas, vocaciones y ministerios para la misión
- Todos los cristianos reciben dones del Espíritu para servir a la misión y unidad de la Iglesia.
- Hombres y mujeres tienen igual dignidad, pero es necesario avanzar en el reconocimiento pleno del papel de las mujeres.
- Niños, jóvenes y personas con discapacidad aportan vitalidad y deben ser escuchados y acompañados por la comunidad.
- Las familias, la vida consagrada y los laicos tienen roles esenciales en la misión y en la renovación sinodal de la Iglesia.
- La teología y el diálogo sinodal son clave para comprender la fe y fomentar la formación en la Iglesia.
El ministerio ordenado al servicio de la armonía
- El episcopado, presbiterado y diaconado son ministerios ordenados al servicio del Evangelio y de la comunidad, en los que el obispo actúa como principio visible de unidad y vínculo de comunión.
- El obispo debe trabajar en comunión con presbíteros y diáconos, discerniendo y armonizando los dones del Espíritu para la misión local, y se sugiere que su elección y ordenación involucren más participación del Pueblo de Dios.
- Los presbíteros colaboran con el obispo en el servicio pastoral y necesitan acompañamiento, mientras que los diáconos, con un ministerio particular de servicio y caridad, aún son poco conocidos y deberían ser promovidos más ampliamente.
- El ministerio ordenado debe ser ejercido con corresponsabilidad y colaboración, delegando tareas para evitar el aislamiento y la sobrecarga, fomentando un estilo de liderazgo sinodal y comunitario.
- Se reconoce que el clericalismo, entendido como abuso y mal uso del poder, es una fuente de daño grave en la Iglesia y debe combatirse con una renovación en el ejercicio humilde y auténtico del ministerio.
Juntos por la misión
- La Iglesia ha desarrollado ministerios instituidos, como el lectorado, acolitado y catequesis, que configuran a la persona para el servicio estable en la misión eclesial.
- Existen también ministerios no instituidos ritualmente, pero estables y reconocidos, como la coordinación de comunidades o la organización de acciones caritativas, que varían según el contexto local.
- Los fieles laicos deben recibir más oportunidades para participar en la vida y misión de la Iglesia, incluyendo mayor acceso a responsabilidades y procesos decisionales.
- Se destaca la importancia de la escucha y el acompañamiento, con propuestas para crear un ministerio específico de escucha que apoye especialmente a quienes están al margen o regresan a la comunidad.
- El discernimiento sobre nuevos ministerios y formas de servicio continúa, especialmente en contextos donde estas necesidades son más urgentes.
Parte III – “Echar la red” La conversión de los procesos
Discernimiento eclesial para la misión
- El discernimiento eclesial es un proceso espiritual, comunitario y guiado por el Espíritu Santo que permite al Pueblo de Dios escuchar y reconocer la voluntad de Dios para la misión de la Iglesia.
- No es una simple suma de opiniones, sino un ejercicio de humildad, oración, libertad interior y escucha profunda de todos, especialmente de quienes están en los márgenes.
- La Palabra de Dios y la Tradición viva son el fundamento y la guía principal para todo discernimiento, junto con la reflexión en la conciencia personal y comunitaria.
- El discernimiento requiere etapas claras: presentación del tema, oración, escucha respetuosa, búsqueda de consenso y validación comunitaria, para llegar a decisiones que comprometan a todos.
- Para ser efectivo, el discernimiento debe apoyarse en conocimientos teológicos, bíblicos y sociales, fomentando la formación en esta práctica dentro de las comunidades eclesiales.
La articulación de los procesos de toma de decisiones
- La Iglesia sinodal convoca a toda la comunidad a participar en la oración, escucha, diálogo y discernimiento para tomar decisiones en misión, promoviendo la corresponsabilidad y la participación amplia del Pueblo de Dios.
- La misión y comunión eclesial requieren que las decisiones sean fruto de un proceso de consulta, discernimiento y cooperación, con apertura al Espíritu y búsqueda de consenso, evitando imposiciones arbitrarias.
- La autoridad pastoral debe escuchar y respetar los frutos de la consulta, aunque tenga la última palabra, promoviendo un equilibrio entre consulta y deliberación que refleje la comunión y diversidad legítima.
- Es necesario revisar las normas canónicas para aclarar mejor el papel consultivo y deliberativo en la toma de decisiones, reforzando responsabilidades y procesos participativos.
- La puesta en práctica auténtica de procesos sinodales es esencial para que la Iglesia creíblemente avance en participación y corresponsabilidad, evitando alejar a sus miembros que esperan cambios concretos.
Transparencia, rendición de cuentas y evaluación
- El proceso decisional en la Iglesia debe ir acompañado de rendición de cuentas y evaluación, basadas en la transparencia y la verdad evangélica.
- La transparencia no implica revelar todo sin respeto, sino actuar con honestidad y evitar encubrimientos, especialmente en la protección de menores y personas vulnerables.
- La rendición de cuentas fortalece la confianza y credibilidad de la Iglesia y es fundamental para combatir el clericalismo y evitar el aislamiento de los pastores.
- Los líderes eclesiales tienen mayor responsabilidad en rendir cuentas al Pueblo de Dios, recuperando prácticas tradicionales y adaptándolas a las necesidades actuales.
- Las Iglesias locales deben crear mecanismos claros y participativos para evaluar y comunicar su gestión económica, pastoral y ministerial, transformando estas prácticas en herramientas educativas y culturales.
Sinodalidad y organismos de participación
- Los bautizados participan en las decisiones de la Iglesia a través de órganos establecidos, como sínodos y consejos pastorales, que deben funcionar de manera efectiva y no solo formal.
- Estos órganos deben fomentar la metodología sinodal, con diálogo abierto entre la comunidad y la autoridad eclesiástica.
- Es esencial promover la inclusión de mujeres, jóvenes, personas en situación de pobreza y laicos comprometidos en estos organismos.
- Se recomienda ampliar la consulta a otras Iglesias cristianas y religiones presentes en el territorio para enriquecer el discernimiento.
- El sínodo diocesano y la asamblea parroquial deben ser espacios regulares de escucha, evaluación y rendición de cuentas para fortalecer la misión y la participación en la Iglesia local.
Parte IV – Una pesca abundante La conversión de los vínculos
Arraigado y peregrino
- La Iglesia está profundamente enraizada en lugares concretos, pero el concepto de lugar hoy es más dinámico, abarcando redes culturales y relaciones más que solo espacio físico.
- Los desafíos actuales, como la urbanización, la migración y la cultura digital, requieren que la Iglesia desarrolle nuevas formas creativas y misioneras para construir comunidades acogedoras y abiertas.
- La Iglesia local, especialmente la diócesis y la parroquia, es el ámbito fundamental para vivir la comunión y la misión, adaptándose a las realidades sociales y culturales cambiantes.
- Los institutos de vida consagrada, movimientos y nuevas comunidades contribuyen a llevar el Evangelio a diversos contextos, conectando diferentes lugares y ámbitos.
- Es importante valorar también las estructuras intermedias entre la Iglesia local y la Iglesia universal, para responder mejor a la movilidad y complejidad sociocultural actual.
Intercambio de dones
- Caminar juntos como discípulos implica un intercambio de dones y carismas entre las Iglesias locales, fortaleciendo la comunión y la misión de la Iglesia universal.
- Este intercambio debe promover la solidaridad auténtica, evitando el asistencialismo y favoreciendo relaciones basadas en respeto, reciprocidad y transparencia.
- El intercambio de dones también es clave para avanzar en la unidad plena entre las Iglesias y Comuniones cristianas, enriqueciendo la fe con las riquezas espirituales y culturales de todas.
- El diálogo ecuménico y el intercambio de dones entre tradiciones cristianas fomentan la credibilidad y el impacto del testimonio cristiano en el mundo.
- La Iglesia sinodal está llamada a caminar junto a creyentes de otras religiones y convicciones, promoviendo la justicia, la fraternidad, la paz y el diálogo interreligioso como expresión concreta de fraternidad humana.
Vínculos para la unidad: Conferencias Episcopales y Asambleas eclesiales
- El horizonte de comunión en el intercambio de dones entre las Iglesias permite valorar la diversidad y moverse a ritmos diferentes dentro de una misma misión sinodal.
- Las Conferencias Episcopales son fundamentales para fomentar la comunión, adaptando la fe a diversas culturas y desarrollando la sinodalidad con la participación de todo el Pueblo de Dios.
- Se propone evaluar y reformar el funcionamiento de las Conferencias Episcopales para mejorar su eficacia y clarificar su estatuto teológico y jurídico.
- Las Asambleas eclesiales continentales son una experiencia valiosa que articula la participación del Pueblo de Dios y el ministerio episcopal en la toma de decisiones.
- Para lograr una descentralización saludable y una inculturación efectiva de la fe, es necesario revitalizar los Concilios particulares y reformar su reconocimiento por la Santa Sede, facilitando su publicación y aplicación.
El servicio del Obispo de Roma
- El Obispo de Roma, o Papa, es el garante de la unidad y sinodalidad en la Iglesia, convocando y confirmando los procesos sinodales junto al Colegio de obispos.
- Las Iglesias católicas orientales, con sus tradiciones propias, mantienen su autonomía y trabajan en comunión con la Iglesia latina, promoviendo colaboración y respeto mutuo.
- Se impulsa una “saludable descentralización” para que los obispos locales tengan más responsabilidad en sus comunidades, respetando siempre la unidad de la Iglesia.
- La Curia Romana debe estar al servicio de los obispos y las Iglesias locales, escuchándolas y colaborando para una misión más efectiva y sinodal.
- La sinodalidad impulsa también el diálogo ecuménico, invitando a las distintas Iglesias cristianas a caminar juntas hacia una unidad visible, especialmente en momentos importantes como el Jubileo y el aniversario del Concilio de Nicea en 2025.
Parte V – “También yo los envío” Formar un pueblo de discípulos misioneros
- Jesús nos dona su paz y nos llama a ser discípulos misioneros que anuncian el amor y la misericordia de Dios a todos, sin exclusiones.
- La sinodalidad nos invita a crecer juntos en la fe, participando activamente en la Iglesia y poniendo en acción los dones que recibimos en el bautismo.
- La formación para ser discípulos misioneros debe ser continua, integradora y compartida, involucrando a todos, desde la familia hasta la comunidad, con un estilo cercano y dinámico.
- La celebración de la Eucaristía es clave para fortalecer nuestra comunión y compromiso como Iglesia, y la catequesis debe ser una experiencia viva que acompañe y fortalezca nuestro camino.
- Como jóvenes, estamos llamados a vivir una fe que se compromete con la justicia social, el cuidado de la creación y el diálogo respetuoso con todas las personas, construyendo un mundo más fraterno y solidario.
Conclusión Un banquete para todos los pueblos
- Después de la Resurrección, Jesús comparte un banquete con sus discípulos, mostrando su misericordia y renovando la comunión con ellos.
- Este banquete simboliza la mesa abundante de Dios que invita a todos, especialmente a los pobres, excluidos y aquellos que buscan esperanza.
- La Iglesia, alimentada por la Eucaristía, tiene la misión de llevar este mensaje de amor y fraternidad a todo el mundo, colaborando también en la política y la economía.
- La sinodalidad significa caminar juntos, compartiendo dones y vocaciones, para construir relaciones auténticas y testimoniar la armonía y el amor de Dios.
- Con la Virgen María como guía, la Iglesia se compromete a ser un Pueblo de discípulos misioneros que avanzan unidos y abiertos al Espíritu.